martes, 27 de marzo de 2012

El Valle: La otra cara de la Jalca Grande


Cuando se habla de Jalca Grande, inmediatamente todos asociamos a la torre de la iglesia, a la iglesia de piedra, a Juan “El osito jalquino”, a sus calles y tejados, a su artesanía, a sus grandes extensiones de papa, maíz y fríjol y; naturalmente a su frío. Hoy luego de dos días de visitar el otro lado de la Jalca, puedo afirmar que en este territorio encontramos más que eso. El valle que colinda con Limabamba en Rodríguez de Mendoza, es un paraíso donde viven cientos de personas. Personas que aspiran vivir mejor cada día.

EL VIAJE AL PARAISO ESCONDIDO
La única forma de llegar al bajo Jalca Grande, es por la carretera a Limabamba, de allí en una hora y media de viaje por una trocha carrozable en pésimas condiciones llegamos a Nueva Esperanza, el último anexo de la Jalca y el primero de la provincia de Chachapoyas. Nueva Esperanza, es grande con más de quinientos habitantes, todos los que habitan allí son jalquinos llenos de orgullo, pese a la poca atención que les brinda el Estado. Ese estado que mira solo a las ciudades y excluyen a zonas como ésta.

Pese a que tiene veintitrés años de creada, es bastante desarrollado, Cuenta con un diseño o plano urbano bien interesante, una plaza más grande que la capital de Amazonas, calles bien diseñadas. Todos allí son comuneros y los que acreditan esa condición son beneficiados con lotes de terreno para sus viviendas y hectáreas para las labores agrícolas. Todos también hacen faenas comunales sin excusa alguna. Mediante el trabajo comunal han construido sus puentes, sus caminos, su iglesia, sus escuelas. Sus casas son típicas construcciones chachapoyas de dos pisos pero adaptadas al entorno, sus paredes son de madera y acabados con barro, la mayoría de las viviendas son con teja y espaciosas. Hoy tienen luz y un puente que pronto se inaugurará. En el valle hay de todo y para todos. Desde maní, plátanos, café, frijol, leche de vaca y autoridades con pantalones para hacerse respetar.

Sus tradiciones y costumbres son propias de Jalca Grande, pero algunas de adaptan por la cercanía a Mendoza. Existen cruces de razas, sus desayunos se adaptan al entorno: Café con chancaca, arroz con plátano, huevo frito y frijol y; abundante yuca o zanahoria racacha, Su gente es amable, respetuosa y digamos desconfiada con la clase política, que oferta, oferta y no cumplen sus promesas.


Diez minutos más adentro del valle se ubica El Triunfo, un poblado que tiene más de cincuenta años. Destaca en su plaza principal la iglesia, la escuela, el salón comunal y su posta de salud, todo el pueblo es rodeado de una abundante vegetación selvática y que se baña con las calmadas aguas del río Shocol, Mashua  o Mashuayacu. Desde este lugar se ve inmensos valles verdes llenos de abundante pasto para el ganado vacuno. Naranjas, limón, frutas existe en la zona. Un detalle bien peculiar es ver en la plaza de El Triunfo dos postes con sus farolas, cada poste representa al varón y la mujer, tienen una altura de diez metros y es hecho hace más de veinte años en un madera de nombre yupequino. Es todo un deleite apreciar la mano del artesano que a punta de herramientas caceras construyeron una reliquia.

Un grito permanente es el pedido para la construcción de la carretera que los una a la Jalca Grande. Es un sueño que se tiene que cumplir ya que en este pedazo de suelo hay muchas potencialidades que con una explotación racional se podría incrementar la variedad de productos para nuestra provincia. Otro deseo es mejorar la calidad de vida de sus pobladores mediante un sistema de saneamiento integral y la atención en el sector salud y educación. Un hecho reconfortante es la existencia de escuelas en todos los niveles y la asistencia permanente de todos los niños en edad escolar; lo malo es que existe mucha taza de desnutrición.

Es un placer visitar la zona, son paramos verdes y de tierras sanas donde se muere de hambre un vendedor de fertilizantes. La papa tiene un rico sabor, la yuca, el plátano es más dulce, el arroz es crocante en la boca porque fue hecho en tushpa y ni que decir del café endulzao con la chancona, que lo convierte en una delicia para el paladar.

Los viernes tanto en Nueva Luz como Nueva Esperanza existen los mercados. Cientos de personas y de todas partes acuden a la zona para comercializar sus productos. El oro negro como es el café se vende por toneladas entre ocho y nueve soles el hilo, el frijol sale como pan caliente. Todo se compra, todo se vende. Es bonito ver como la fusión de las razas se hacen notar, existen chicos y chicas con la piel tostada y los ojos claros o familias enteras que se protegen la cabeza con su tocado blanco o celeste típico de la Jalca o su ropa resaltante y con colores llamativos. En Nueva Luz, vienen personas de Limabamba, Río de Pesca, Monte Alegre, Itamaratí, La Unión, El Triunfo. Los más jóvenes compran sus productos para la casa y el resto para refrescar la garganta con unas “heladas” y jugar al veintiuno, otros a cargar sus acémilas y regresar a casa con el bolsillo lleno de plata para seguir labrando la chacra.


En esta zona donde se unen dos razas, dos provincias y un mismo sentimiento de ser amazonenses, existe mucho pan por rebanar. Estar en el lugar, convivir con ellos experiencias y sueños, hace grata nuestra existencia y marca con más fuerza nuestro orgullo por la tierra. Esa tierra que necesita ser atendida diligentemente para que mañana podamos decir que estamos verdaderamente integrados, que nos conocemos, que nos queremos y que aspiramos hidalgamente a VIVIR MEJOR

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