Cuando se habla de Jalca
Grande, inmediatamente todos asociamos a la torre de la iglesia, a la iglesia
de piedra, a Juan “El osito jalquino”, a sus calles y tejados, a su artesanía,
a sus grandes extensiones de papa, maíz y fríjol y; naturalmente a su frío. Hoy
luego de dos días de visitar el otro lado de la Jalca, puedo afirmar que en
este territorio encontramos más que eso. El valle que colinda con Limabamba en
Rodríguez de Mendoza, es un paraíso donde viven cientos de personas. Personas
que aspiran vivir mejor cada día.
EL VIAJE AL
PARAISO ESCONDIDO
La única
forma de llegar al bajo Jalca Grande, es por la carretera a Limabamba, de allí
en una hora y media de viaje por una trocha carrozable en pésimas condiciones
llegamos a Nueva Esperanza, el último anexo de la Jalca y el primero de la
provincia de Chachapoyas. Nueva Esperanza, es grande con más de quinientos
habitantes, todos los que habitan allí son jalquinos llenos de orgullo, pese a
la poca atención que les brinda el Estado. Ese estado que mira solo a las
ciudades y excluyen a zonas como ésta.
Pese a que
tiene veintitrés años de creada, es bastante desarrollado, Cuenta con un diseño
o plano urbano bien interesante, una plaza más grande que la capital de
Amazonas, calles bien diseñadas. Todos allí son comuneros y los que acreditan
esa condición son beneficiados con lotes de terreno para sus viviendas y
hectáreas para las labores agrícolas. Todos también hacen faenas comunales sin
excusa alguna. Mediante el trabajo comunal han construido sus puentes, sus
caminos, su iglesia, sus escuelas. Sus casas son típicas construcciones
chachapoyas de dos pisos pero adaptadas al entorno, sus paredes son de madera y
acabados con barro, la mayoría de las viviendas son con teja y espaciosas. Hoy
tienen luz y un puente que pronto se inaugurará. En el valle hay de todo y para
todos. Desde maní, plátanos, café, frijol, leche de vaca y autoridades con
pantalones para hacerse respetar.
Sus
tradiciones y costumbres son propias de Jalca Grande, pero algunas de adaptan
por la cercanía a Mendoza. Existen cruces de razas, sus desayunos se adaptan al
entorno: Café con chancaca, arroz con plátano, huevo frito y frijol y;
abundante yuca o zanahoria racacha, Su gente es amable, respetuosa y digamos
desconfiada con la clase política, que oferta, oferta y no cumplen sus
promesas.
Diez minutos
más adentro del valle se ubica El Triunfo, un poblado que tiene más de
cincuenta años. Destaca en su plaza principal la iglesia, la escuela, el salón
comunal y su posta de salud, todo el pueblo es rodeado de una abundante
vegetación selvática y que se baña con las calmadas aguas del río Shocol,
Mashua o Mashuayacu. Desde este lugar se ve inmensos valles verdes llenos
de abundante pasto para el ganado vacuno. Naranjas, limón, frutas existe en la
zona. Un detalle bien peculiar es ver en la plaza de El Triunfo dos postes con
sus farolas, cada poste representa al varón y la mujer, tienen una altura de
diez metros y es hecho hace más de veinte años en un madera de nombre
yupequino. Es todo un deleite apreciar la mano del artesano que a punta de
herramientas caceras construyeron una reliquia.
Un grito
permanente es el pedido para la construcción de la carretera que los una a la
Jalca Grande. Es un sueño que se tiene que cumplir ya que en este pedazo de
suelo hay muchas potencialidades que con una explotación racional se podría
incrementar la variedad de productos para nuestra provincia. Otro deseo es
mejorar la calidad de vida de sus pobladores mediante un sistema de saneamiento
integral y la atención en el sector salud y educación. Un hecho reconfortante
es la existencia de escuelas en todos los niveles y la asistencia permanente de
todos los niños en edad escolar; lo malo es que existe mucha taza de
desnutrición.
Es un placer
visitar la zona, son paramos verdes y de tierras sanas donde se muere de hambre
un vendedor de fertilizantes. La papa tiene un rico sabor, la yuca, el plátano
es más dulce, el arroz es crocante en la boca porque fue hecho en tushpa y ni
que decir del café endulzao con la chancona, que lo convierte en una delicia
para el paladar.
Los viernes
tanto en Nueva Luz como Nueva Esperanza existen los mercados. Cientos de
personas y de todas partes acuden a la zona para comercializar sus productos.
El oro negro como es el café se vende por toneladas entre ocho y nueve soles el
hilo, el frijol sale como pan caliente. Todo se compra, todo se vende. Es
bonito ver como la fusión de las razas se hacen notar, existen chicos y chicas
con la piel tostada y los ojos claros o familias enteras que se protegen la
cabeza con su tocado blanco o celeste típico de la Jalca o su ropa resaltante y
con colores llamativos. En Nueva Luz, vienen personas de Limabamba, Río de
Pesca, Monte Alegre, Itamaratí, La Unión, El Triunfo. Los más jóvenes compran
sus productos para la casa y el resto para refrescar la garganta con unas
“heladas” y jugar al veintiuno, otros a cargar sus acémilas y regresar a casa
con el bolsillo lleno de plata para seguir labrando la chacra.
En esta zona donde se unen dos
razas, dos provincias y un mismo sentimiento de ser amazonenses, existe mucho
pan por rebanar. Estar en el lugar, convivir con ellos experiencias y sueños,
hace grata nuestra existencia y marca con más fuerza nuestro orgullo por la
tierra. Esa tierra que necesita ser atendida diligentemente para que mañana
podamos decir que estamos verdaderamente integrados, que nos conocemos, que nos
queremos y que aspiramos hidalgamente a VIVIR MEJOR
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