Luego
de degustar una locro con trozos de chancho y mote blanco con trucha frita y un
vaso de leche recién hervida, salimos de Olleros rumbo Quinjalca, donde nos
esperaría una sorpresa extraordinaria. Olleros, quizá sea el lugar de mayor
relevancia religiosa en la zona por el mismo hecho de que en ella encontramos
el escudo real de Carlos V, el diseño de su altar mayor, su ubicación
geográfica y sus innumerables referencias en los documentos históricos que
figuran en el Archivo Regional de Amazonas (Chachapoyas).
Siguiendo
la ruta cruzamos el puente y nos llama poderosamente la atención lo que ocurría
sobre en el agua, cientos de truchas surcan el río a buscar una zona de desove,
nuestros ojos miran con asombro semejante belleza natural. No hubo tiempo para
tomar fotos, mucho menos para darnos cuenta que a treinta metros, un joven
venado, caminaba orondo y con “cachita”
cerca a nosotros. No tienen ni la menor idea de las caras de cada uno de los
que estábamos en la camioneta. Suena el teléfono, me dicen que las motos ya no
cuentan con gasolina, que tienen que quedarse en Cashac para abastecerse. En un
alto del camino, observamos el valle alargado y frágil para la mano del hombre.
Su río serpentario recorría sus campos, decenas de animales pastan el
territorio, un aire frío y cálido al mismo tiempo frotaba nuestro rostro. En
breves minutos de mirar el horizonte, hizo mella en el corazón de cada
visitante, para manifestar su orgullo por estar en la zona.
Una
moto pasa, luego nosotros y en la curva detenemos el viaje porque se produjo
una forzada interrupción en la carretera. Decenas de personas bailando,
cantando, tomando chicha, abejao, cañazo guayacho, niños y adultos, mujeres y
varones nos esperaban desde las dos de la tarde. Confieso que tuve vergüenza,
miedo y me sentí un enano ante tan gigantesca muestra de afecto, respeto y
cariño. Cariño que sentí desde la primera vez que visité la zona. Estábamos
en Quinjalca o conocida también como la “Quinta Jalca”.
Baile del Carnaval Cashaquino (Foto Gerald Reina Hidalgo) |
Ocas y un shunto de mote (Foto: Manuel Cabañas) |
No
se cuentos calienta cuerpos me tomé, pero lo suficiente para manifestar mi
euforia y bailar con sus lindas mujeres que con pollera, poncho, pañolón y
pañoleta que amarra hojas de chishca en su cabeza, prestaban su contoneo y coquetería para “echarla
una piecita” al compás de la banda de músicos de la localidad. Encontré a
Braulio el alcalde, a Gerardo y otros amigos, lo echamos otra copita y vimos el
programa. Un programa marcada por la alegoría de ñaupa tiempo. Diferentes
delegaciones arribaron a Quinjalca. Desde Chontapampa, Yurumarca, Cashac y
otros lugares vinieron para saludar a los visitantes que arriban a la zona para
que hagan un reconocimiento del lugar.
Puerta de ingreso a las minas de Yurumarca (Fotos Roys Barrantes/ Lenin Serván) |
Un
día antes, seis consultores de la DIRCETUR viajaron hacia Yurumarca para tomar
fotos y conocer aquella mina que desde decenas de años escuchamos todos, y
cuando digo todos es quizá medio Perú que se movilizó por un piedra de sal, por un
camino agreste, solitario. Un camino y un lugar que es historia regional. La
mina es larga, con callejones oscuros y silenciosos, solo un golpe de pico que
araña la piedra se escucha en el fondo, o tal vez sea los pasos de la “Casharaca”
o de Pantoja, personaje mítico que se dice tenía sus casas con pilares de oro y
de plata, o quizá del “Casharunto”, que por donde caminas hoy, encuentras
sus huellas, su aliento, su misterio, su magia, su aroma a nuestro.
Así se ingresa a las minas de Sal de Yurumarca (Foto: Roys Barrantes/Lenin Serván) |
Una piedra de sal, que hoy está en manos de la DIRCETUR (Fotos: Roys Barrantes/Lenin Serván) |
Quinjalca, como los
demás pueblos del Alto Imaza, tienen historias y leyendas para contar, cuenta
con una iglesia de piedra. Es gigantesca, duele el cuello mirar arriba, pero
duele, caminar por su interior (como en todas las demás) porque antes de admiración
o devoción, da pena ver imágenes religiosas caerse en pedazos. Todas las
deidades de yeso o madera requieren una urgente intervención del hombre para
poder recuperarla. Todas alguna vez, fueron veneradas como Dios manda. Tuvieron
su fiesta, o como dicen los expertos, fueron colocadas en honor a las
congregaciones que construyeron estos templos para la evangelización en los
siglos XVI al XVIII. Son las siete, la noche cae sin darse cuenta. Nuevamente
el abrazo, el adiós y el hasta luego, promesas que vienen y van. Acá prometimos
como DIRCETUR recuperar el pasado festivo de la zona y organizar el RUNA PUNLLA
DEL ALTO IMAZA el 24 de Junio del 2014, en homenaje a “San Juan” y al “Día del
Campesino”. Calentamos motores y viajamos a nuestro último destino: Granada
(continuará…)
Mujeres y niñas con vestimentas típicas de Quinjalca (Foto: Gerald Reyna Hidalgo) |
Extraordinaria narración de estos patajes y costumbres del Alto Imaza. Felicitaciones Manuel.
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