martes, 1 de agosto de 2017

Raimondi y el valle del Guayabamba

“Llegado a Chachapoyas y listo para continuar mi camino hacia Cajamarca, me vino a la memoria el valle de Guayabamba, donde se fabrica el azúcar que se consume en el departamento de Amazonas. Busqué en los mapas y vi que no existía; quise tener datos exactos sobre esta región y tampoco pude obtenerlos; entonces me nació el deseo de visitar esta parte tan desconocida.


Hice un paréntesis a mi viaje de regreso y me ocupé luego de preparar las provisiones y bestias necesarias para esta nueva expedición a la montaña. El 19 de marzo de 1869, salí de Chachapoyas con mi compañero de viaje desde Iquitos, don Leoncio Prado, marchando por el mismo camino de Moyobamba, que había recorrido pocos días antes, de vuelta de mi viaje por el departamento de Loreto.

Cerca del caserío de Pipos, unas tres leguas distantes de Chachapoyas, deje el camino de Moyobamba para subir por una quebrada, cuyo río desemboca en el de Chachapoyas (Sonche) y después de otras dos leguas de marcha por mal camino entré en el reducido pueblo de Cheto, formado por unas diez o doce casas por una capilla. Los habitantes de Cheto se dedicaban al cultivo de sus chacras y a la arriería, entrando al valle de Guayabamba a sacar azúcar, aguardiente y otros productos. El siguiente día salí de Cheto, continuando la quebrada hasta el origen del río Olea, el cual se pasa varias veces no sin peligro por su fuerte corriente. El camino sigue por varios trechos casi en la orilla del río, pero después de unas dos leguas hay que pasar un brazo de este río sobre un puente y alejarse subiendo algunas cuadras para llegar al tambo de Tío, que, como los del camino de Moyobamba, es un sostechado sin habitantes. Desde este punto el camino se hace más quebrado; se sube y baja continuamente; la vegetación es la misma que en la parte templada de la región de la montaña, apareciendo unas palmeras que dan cera (Ceroxilón).
Después de haber pasado una hoyada con un riachuelo de aguas teñidas que llaman Lejía (tinas), volví a subir una larga cuesta para ir a pasar la noche en el tambo Gualama. Este tambo como el de Tío, es deshabitado; pero es mejor construirlo, pues además del techo tiene paredes de piedra por tres costados, de modo que el transeúnte encuentra un buen abrigo contra las intemperies, lo que es muy necesario en el lugar, por hallarse este tambo un refugio donde pasar la noche, no sucede lo mismo con los pobres animales que no hallan pasto con qué recobrar sus fuerzas perdidas en la fatigada marcha. Además el tambo de Gualama presenta el inconveniente de no tener agua cerca, siendo necesario ir a buscarla a más de una cuadra de distancia. Dejé el tambo, y después de subir un pequeño trecho llegué a la cumbre del cerro desde cuyo lugar empieza la bajada al valle de Guayabamba. La vegetación se hace muy variada, apareciendo luego algunos arbolillos de cascarilla y unas bellas y vistosas  Ericáceas. Un poco más abajo aparece varias palmeras que dan al paisaje el carácter tropical. El camino por unos trechos es bastante pasable y por otros malo, estando en parte cubiertos de palos transversales y en parte empedrado. Terminada la porción más inclinada de la bajada se marcha por un terreno ondulado pasando algunos arroyos y por un camino de montaña, hasta llegar al caserío de Cochamal, que pertenece al valle de Guayabamba. Los habitantes del valle de Guayabamba, como los de la provincia de Jaén, no viven en los pueblos, sino en las casitas diseminadas a cierta distancia una de otras y donde tienen sus cultivos. Sólo en los días festivos van a la población. Los habitantes difieren, sin embargo, de los de la provincia de Jaén, por ser más activos y trabajadores; ellos procuran abrirse camino por todas partes sin esperar ayuda del Gobierno, porque han comprendido que el mejor medio de facilitar su comercio de azúcar, aguardiente, chancacas, frutas, etc., es el de tener buenas vías de comunicación.

Así, el camino que conduce a Chachapoyas está mucho mejor cuidado que el de Chachapoyas a Moyobamba. Además, hace poco que están abriendo otro por el río de Chontachaca a Leymebamba para ir directamente a Cajamarca, sin pasar por Chachapoyas. También han hecho su exploración y abierto una trocha para ir directamente a Moyobamba: OMIAS-SORITOR. De Cochamal seguí mi marcha por el valle, el cual se va poco a poco ensanchando y por todas partes se ven chacras o cultivos con ranchos. Entre Cochamal y Santa Rosa, en un lugar llamado Pahuana, tuve la satisfacción de ver una casa de agradable aspecto, pues tenía sus paredes blanqueadas, y la satisfacción fue mayor cuando vi que este edificio era una escuela bastante concurrida y con un inteligente preceptor. A una legua de Pahuana se halla otro lugar llamado Tintamoro, donde hay una grande casa con oficina para fabricar azúcar. Más allá de Tintamoro las casas con terrenos cultivados se suceden casi sin interrupción hasta la población de Santa Rosa, que es la Capital del distrito de Guayabamba. Al ver este valle, tan arrinconado que no figura en ningún mapa, ciertamente no se sospecharía hallar allí una población como Santa Rosa, la que aun que no es muy grande, tiene una regular apariencia. Con efecto, Santa Rosa tiene una iglesia de cal y piedra, con una plaza provista de una capilla en cada esquina, las casas son de adobe con paredes blanqueadas y dispuestas en calles, algunas de las cuales son bastante rectas. Un conducto cubierto lleva el agua potable a la misma plaza saliendo en forma de chorro de una cabeza de animal esculpida en madera, para caer en una pequeña taza de piedra.

En Santa Rosa, hay una escuela de niñas y otra de varones bastante concurridas. Después de haber visto la capital de este importante distrito de la provincia de Chachapoyas, continué mi marcha por el valle, visitando los lugares de Calohuayco, Milpuc y Totora. En seguida pasé el río sobre el puente de Pindocucho, y seguir por terreno llano al lugar llamado Naranjos y luego a la hacienda del Corral, cuya casa se halla a la orilla de una laguna. De allí pasé a Chirimoto y subiendo la cuesta de Chirimoto y Paltay-rumi, llegué a la cumbre de los cerros. En este punto terminan los terrenos abiertos y desmontados, presentándose la virgen vegetación de la montaña. Bajé al otro lado por un camino un poco estrecho y sombreado, hallándome una hora después en un lugar habitado llamado Achamal, donde hay cultivos de caña. Aquí, puede decirse, que termina la parte poblada del valle de Guayabamba, en seguida hay solamente unos terrenos cultivados por temporadas, sin habitantes permanentes. No habiendo interés alguno en pasar más adelante, hechas algunas observaciones y examinadas las producciones del lugar regresé a la población de Santa Rosa. De allí me dirigí a la quebrada de Omia para ver el lugar llamado San Nicolás, el que constituido por una Iglesia con unos ranchitos alrededor de una plazuela, tienen el aspecto de un pueblo en miniatura. 

De San Nicolás seguí a otro lugar llamado Callejón, donde tuve el placer de visitar una escuela con setenta alumnos; y continuando en seguida por terrenos muy poblados, pasé por San Antonio, Dipa, Michina, Cruzyaco, Ayña y Aranjuéz, saliendo del valle a pocas cuadras de distancia del pueblo de Cochamal, por donde había entrado. El valle de Guayabamba produce azúcar, chancaca. En ningún otro valle del departamento de Amazonas, ni del fluvial de Loreto, fabrican un azúcar  tan bueno como el de Guayabamba, y se puede decir que este lugar abastece de dicho artículo a todo el departamento de Amazonas, parte de Cajamarca y parte del de Loreto. Parece que la naturaleza del terreno tenga una influencia muy marcada sobre la calidad del azúcar, puesto que en las demás partes no tiene buen grano como en Guayabamba. Lo que más me ha complacido, al recorrer en valle de Guayabamba, es ver cómo cada barrio tiene su propia escuela con numerosos alumnos que asisten con puntualidad y dirigidos por jóvenes inteligentes.

Realmente sorprende hallar en un lugar tan arrinconado y casi desconocido, tantos establecimientos de instrucción que podrían envidiar las provincias más centrales. En esta materia debo decir con justicia, que es digno de elogio no solamente y ojalá en todos los demás se cuidara de la instrucción primaria como en el departamento de Amazonas(1). Al hablar de las escuelas del valle del Guayabamba, merece citarse la singular sustancia que han hecho al papel. Como este artículo es algo escaso en el interior los alumnos de la escuela de Cochamal cortan sus pliegos para escribir en las hojas del plátano, las que se presentan admirables para este uso, habiendo visto hermosas muestras de escritura trazada con tinta sobre esta nueva clase de papel. Terminada mi expedición por el valle de Guayabamba, regresó a Chachapoyas, variando un poco el camino para ver el pueblo de Sonche.

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