sábado, 14 de abril de 2012

TORIBIO RODRIGUEZ DE MENDOZA: EL CHACHAPOYANO INSURGENTE

 La historia de la Independencia del Perú, está plagada de sucesos que la hacen más cautivadora para historiadores y estudiantes del país: Personajes, insurgencias, levantamientos, acciones heroicas. Entre toda este abanico de oportunidades que se nos presenta, tendremos que rescatar la figura de Don Alejandro Toribio Rodríguez de Mendoza Collantes, calificada como una de las personalidades más influyentes del mundo intelectual y político de la naciente republica peruana.

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
      
      Alejandro Toribio, nace en la ciudad de Chachapoyas el 17 de abril de 1,750, siendo sus padres los nobles criollos Don Santiago Rodríguez de Mendoza Hernani de Arbildo y Doña María Josefa Collantes Paniagua. Es el mayor de tres hermanos, siendo los menores Domingo y José Fabián (calificado como el Gran Protector de Chachapoyas, por las obras que hizo en esta ciudad).

      Ante la carencia de centros de instrucción, recibe la asistencia de las primeras letras en forma particular en su domicilio, partiendo a Trujillo a los doce años de edad para ingresar al Seminario San Carlos y San Marcelo. Este traslado significa un cambio profundo de medio y de ambiente. Lejos de la familia y a pocos años de haber perdido a su madre y por otro lado, la convivencia con un mundo nuevo, diferente, más aún, enclaustrado en un colegio que le permitirá un cambio radical en su existencia. Su ingreso al Seminario como alumno, tiene que cumplir los siguientes requisitos:
    Doce años de edad
    Ser natural del obispado
    Nacido en legítimo matrimonio
    Se excluyen los hijos de lacayos, pajes de espuela, carniceros, ladrones, afrendados por la Inquisición y escandalosos, así como los mestizos y cuarterones.

      La capacidad del colegio es para 21 estudiantes, de los cuales 12 eran becados. Rodríguez de Mendoza abonaba ciento veinticinco pesos anuales, que le permitía contar con alimentos, vestido y calzado. La fruta y la leche eran regalo para los colegiales y solamente tomaban la primera en los días de comunión, y arroz con leche los sábados.

        El Seminario de San Carlos y San Marcelo, estaba sometida a la influencia renacentista, donde los estudiantes de los primeros años se abocaban a la Gramática. La asignatura principal era el latín formal, la literaria, estudiadamente pulida, de la sociedad culta de la Roma Imperial. La metodología empleada es utilizar un texto regular, y hacer uso de un sistema informal de sentido instrumentalista. Además se enseñaba la dialéctica, que era la lógica formal, que se ocupa de la manera de expresar el pensamiento. Además la Retórica. A este plan de estudios se agregaba las lecturas bíblicas y vida de santos, rudimientos de aritmética y de geometría y los conocimientos musicales que contribuyen a facilitar el canto litúrgico. Cuatro años de estudios le permitió viajar a Lima, para que mediante beca de paga y por decreto del Ilustrísimo Arzobispo Don Diego Antonio de Parada, ingresa al Seminario de Santo Toribio el 29 de Julio de 1766.

        Brillante fue el paso de Rodríguez de Mendoza por los claustros toribianos. Siempre siguió a sus exámenes la nota de "aprobado por todos los votos". El 22 de octubre de 1769 obtiene la distinción de "pasante de Artes" y entraba "a beca de su merced"; y finalmente el 22 de setiembre de 1770, contando con 20 años, recibía el grado de doctor en Teología en la Real Universidad de San Marcos.

        Rodríguez de Mendoza, tenía un espíritu profundamente estudioso, su ansía de saber no se había limitado a los marcos estrechos de su especialidad profesional. Quería que sus ojos ávidos se adurmieran en los vastos horizontes de una cultura integral, y que, dentro de ésta, se detuvieran con el fervor del naturalista ante un motivo de investigación, en la prolijidad de las citas y las alusiones. No pertenecía su mentalidad a la numerosa legión de los que se sometían a la letra del autor seguido o consultado; de los que acataban ciegamente las afirmaciones del filósofo o tratadista escolástico, tan solo por que el principio de autoridad del dogma así lo exigía. Era la suya un alma en que la manía memorista había cedido ante el sentido crítico, ante el que los ortodoxos católicos llamaban escandalizados "libre examen", ante la duda metódica que preconizara Descartes. Polo, un biógrafo de Rodríguez cuenta que "echado en el suelo sobre una alfombra, rodeado de libros, estudiaba día y noche, verificando todas las citas de las obras que leía. Dicha actitud intelectual, le produjera más tarde la seria enfermedad de "fatiga al estómago" que le condujo a la muerte.

       La capacidad y la dedicación de Rodríguez de Mendoza formarían a su poseedor unos de esos prestigios que nacen en las aulas como anticipo justo del renombre social. En esa época se padecía de buena preparación en el cuerpo docente de los centros de enseñanza y, para colmar este vacío, se acostumbraba designar a los alumnos que se habían distinguido por sus aptitudes y su aplicación. Es así que a los 21 años siendo estudiante, fue designado profesor del Real Convictorio de San Carlos, que se fundó en 1771. El Virrey Amat mediante decreto honorífico, nombra al futuro precursor chachapoyano como profesor en el real colegio en la cátedra de Filosofía y Teología."Fui el primer Maestro que el Superior Gobierno destinó a la enseñanza" habría de recordar 55 años después al rendir su último informe rectoral al Visitador Regio.

          En los claustros de San Carlos se revelaría en breve como un maestro, en la real extensión del vocablo. Esa era la suprema aptitud con que había nacido; esa, la impulsión irresistible que le conduciría durante su existencia a instruir, a educar, desviándole de cualquier otras rutas que hubiera adoptado. La reputación del joven profesor de Filosofía y Teología trascendería, asimismo, a los claustros de San Marcos. El cinco de febrero de 1773, el Doctor Valera, Rector de la Universidad de San Marcos, nombra a Rodríguez de Mendoza "Regente de la Cátedra del Maestro de las Sentencias". En breve, el seminarista toribiano extendía el círculo de sus admiradores, demostrando con su talento y su saber que era muy digno de llevar el capelo y las borlas de Doctor que recibiera el año 1770.

      Con su marcada y diferenciada inteligencia frente al resto de estudiantes, Rodríguez de Mendoza, se convierte en una rara avis seminarial. Lo es porque viene de Chachapoyas, una región del oriente peruano totalmente desconocido por la mayoría de limeños y criollos. Dentro de una ilimitada concepción del proceso simbiótico entre hombre, medio y ambiente, sus características sirven para explicar cómo, en un nativo de esta región, pudo producirse, en el período que queda entre el ocaso de una etapa histórica y el alborear de otra, un tipo tan genuinamente peruano y de tan contrastables rasgos sicológicos y de una inteligencia sobresaliente a los de su generación. Aquí surge la marcada relación de amistad con Vicente Morales Duárez y Mariano Rivero de Aranibar , con quienes posteriormente realizarían la gran transformación pedagógica en el Real Convictorio de San Carlos. Es así que simultáneamente vemos en esta etapa de su vida, dictando cátedra en el Convictorio, en San Marcos y como asesor del Cabildo y del Consulado limeño.

       A la par de sus cualidades de maestro, Rodríguez de Mendoza toma la determinación de ordenarse de sacerdote, bajo la guía teológica de Don Baltazar Jaime Martínez de Compañón, quien se convertiría en Arzobispo de Trujillo y por ende pastor de la grey chachapoyana, que en una de sus visitas pastorales en 1786 dona parte de fortuna para la creación de la primera escuela de Artes y Ciencias en la ciudad de Chachapoyas.

         Luego de ordenado sacerdote, por expresa oposición le destinan al curato de Marcabal, centro poblado perteneciente al actual distrito de Huamachuco en el departamento de La Libertad, a diez kilómetros de Cajabamba (Cajamarca). Esta posición codiciada le asegura su subsistencia. Desde el punto de vista religioso satisface el anhelo que un pastor de almas ha de abrigar en un sentido de vivir cerca de los seres humanos para ayudarles en su vida diaria, en tal forma que busquen su perfección en Dios. Es, también, un conveniente comienzo de la carrera eclesiástica, que permite hacer dinero y que puede conducir hacia las más altas posiciones de la jerarquía de la Iglesia. Sin embargo, las circunstancias, las circunstancias que acompañan el desempeño de su curato durante los cuatro años que lo sirve y que son, precisamente, los del gobierno del virrey Jáuregui; sus experiencias en la brava sierra de Huamachuco, y la directa aproximación a los aborígenes que logra gracias a su dominio del quechua , van a dar resultado totalmente contrario al que el obispo y quizás él mismo podían esperar: Fortalecerán su vocación magisterial al hacerle comprender, más claramente de lo que antes ha intuido, cuál es la obra que la educación está llamada a realizar en el virreynato para salvarlo de su postración económica y social. Su precaria salud, por otra parte, convierte su permanencia en el curato en un martirio físico. En dos oportunidades tiene que alejarse de su sede para hacerse tratar de un "mal de la cabeza y pecho", según los médicos que lo atienden en Trujillo. Estos consideran que ese "temperamento" es contrario a su salud y, por lo tanto, la causa de su "miserable constitución". El obispo le da permiso para curarse en Lima, y cuando el sacerdote Rodríguez de Mendoza cree haberlo logrado superar su mal, persiste en volver a Marcabal, pero no pasa de Trujillo. En esa ciudad recibe una orden del virrey Croix para que regrese a Lima a fin de asumir el vicerrectorado del Real Convictorio de San Carlos, en reemplazo del Padre José Silva Olave quien es promovido al Curato de Carhuamayo.
EL MAESTRO

       El hombre que se ha formado debe prestar un servicio a los demás, el intelectual ha de tener un sentido del servicio y cuando las circunstancias lo colocan en una situación directiva tendrá que señalar un camino y entregar su saber. Y si tiene vocación de maestro no sólo debe dar sino darse y esto hizo Toribio Rodríguez de Mendoza, en toda su vida.

        Como docente en San Carlos se propone formar una juventud que pueda dirigir al país de acuerdo a sus necesidades. Quería que en su Colegio, que era de corte clásico, es decir, en donde se enseñaba principalmente Filosofía y Latín, lucha para que se enseñen también las ciencias naturales, como la Geografía, matemática y física, argumentando que los hombres que asumirían responsabilidades sociales, no sólo debe estar permitido a los abogados y sacerdotes; sino que todo joven debe ser capaz para enfrentar los retos del futuro nacional. Quiere Rodríguez de Mendoza una educación especial para los jóvenes que no siguen la carrera literaria. Desea una formación que los haga aptos para desempeñar los puestos que el país les confíe.

        Desde el punto de vista académico, en sus inicios de docente del Convictorio, tiene a su cargo "la enseñanza interior". Esto significa repasar a los estudiantes las clases que han recibido en la Universidad y asistir a los "Ejercicios literarios" nocturnos. A tales obligaciones se agregan las de carácter administrativo que consisten en vigilar que "escriben" bien las lecciones, corrigiéndolas y enmendándolas; en "velar que las horas destinadas al Estudio se apliquen a él, zelando y que no divaguen a otros entretenimientos y ocupaciones"; acompañar (a razón de un maestro por Facultad y turnándose) a los alumnos a la Universidad, "cuidando con mayor vigor para que observen la moderación y decencia que corresponde".

         Para la reforma educativa en la etapa previa a la independencia nacional, cuenta con el apoyo de dos insignes personajes; por un lado el Padre Cisneros que lo alimentaba con información bibliográfica "censurada" en su tiempo y el Doctor José Baquijano y Carrillo, Conde de Vistaflorida, compañero de estudios de Rodríguez de Mendoza en el Seminario de Santo Toribio. Baquijano y Cisneros serán los que introducen a Rodríguez de Mendoza en la Academia Filarmónica de Rossi y Rubí; y en las tertulias del culto español. Aquí conocerá a los miembros que han de constituir la Sociedad Amantes del País, y los que, al apreciar la personalidad pujante del Maestro, han de convertirse en sus más entusiastas propagandistas.

       En el año de 1786, ante la renuncia del Arquellada, Rodríguez de Mendoza, es designado Rector del Convictorio, cargo que es ratificado por el virrey un año después. Con la colaboración de su vicerrector Rivero y la ayuda de Moreno, el Dr. Rodríguez de Mendoza prepara un documento cuya trascendencia educativa es tan grande que en el orden político va a ejercer fuerte influencia en el inmediato futuro del Perú. Estas y otras medidas, así como el gran desempeño en la cátedra de Leyes y Cánones y la de Prima de Teología, el 30 de junio de 1801, es designado vice-rector de la Universidad de San Marcos.
     "Lo nuevo no está reñido ni con lo viejo ni con lo mejor", fue la frase que caracterizó su reforma educativa en San Carlos. La mixtura de la educación carolina impuesta por Rodríguez de Mendoza y los elogios que motivaban los estudiantes en sus ponencias traspaso las fronteras de nuestra patria, que en los cinco primeros años de rectorado, ya contaba con estudiantes de Ecuador, Bolivia, México y Panamá, ya que según sus biógrafos indican, que Rodríguez de Mendoza, quiso además de una educación científica, una educación que forme al hombre y de todo al hombre. Es así que en sus memorias escritas en el Mercurio Peruano, escribe Rodríguez de Mendoza: "Los indios por fin son elevados a la dignidad de hombres...los primeros resultados serán la unidad del idioma y al fin la recíproca amistad nacida de la igualdad que pone a cubierto de la opresión".

        En poco tiempo San Carlos se convierte en "la primera escuela literaria del Perú" y su rector calificado como el Bacón de América. Argumentos como " Los manuales son para los principiantes; pero para el adelantado estos libros son la peste y es imposible tener en ellos una sólida formación que deben tener los Evangelistas o Doctores de la Ley", hacen que llegue a oídos del Virrey Pezuela que frente a las intrigas de la sociedad criolla limeña, argumenta que "En San Carlos, hasta la piedras son insurgentes".

        Esta insurgencia ideológica y pedagógica de Toribio Rodríguez de Mendoza, se debe a la revolución que hace en las aulas, cambiando los manuales memoristas por libros "censurados" que por medio del Padre Cisneros, traía Rodríguez de Mendoza para la enseñanza y la libertad intelectual de sus estudiantes. Decía el Precursor: " Las reformas meramente pedagógicas, están fundamentadas psicológicamente, porque no se exigirá a los escolares el servil trabajo de la memoria al pie de la letra, sino una lectura detenida, reflexionada, de que darán razón todas las noches a la hora de las Conferencias". Es decir, un cambio radical a la enseñanza tradicional que motivaba al alumno reflexionar, comparar y analizar nuestra realidad. Aquí el gran aporte de Rodríguez de Mendoza, que le convertiría honoríficamente como "Maestro de Maestros del Perú". En 1,813 viene las acusaciones de insurgencia y con ello el declive del Real Colegio Convictorio de San Carlos. Con el pretexto de ser refaccionado el local y de introducir un nuevo plan de estudios, se clausura aquel centro famoso de cultura y de transformación ideológica de una generación que en sus mentes y almas recibieron vientos de libertad del yugo español.

Simultáneamente a este cierre de ciclo de gloria educativa en el Perú, se inicia una serie de actos rebeldes contra el Rey de España. Vientos de cambio soplaban por toda la república. Ex alumnos carolinos en plazas públicas mediante discursos arengaban y pregonaban la necesidad de libertad, hecho que poco a poco fue calando en la mente de todos los peruanos.

RODRIGUEZ EL MULTIFACETICO

      Una de las cualidades de Rodríguez de Mendoza, fue su inquietante afán por el estudio y la investigación, que nadie podía opacar su sabiduría. Como sacerdote a la par de oficiar su labor sacerdotal en Marcabal, fue cuarto Capellán de la Casa de Pizarro, Presidente de la Junta subalterna de censura de Lima, Canónigo Lectoral del Cabildo Metropolitano, por su delicada salud no aceptó la candidatura para ser designado Arzobispo de Lima " y por no echarse un peso superior a sus fuerzas". Fue un sacerdote liberal, que se anticipó a su época y que muy bien se podría afirmar que es el iniciador de la Teoría de la Liberación, que el Padre Gutiérrez, lo fundamente muy bien en estos tiempos. Como una muestra de su enraizada fe católica, culminado las discusiones para aprobar los artículos referidos a religión, argumentó "convengo en todo, y solo no admito la intolerancia religiosa", dando una lección llena de nobleza, de comprensión, de respeto a la dignidad humana.

         En el campo jurídico, ocupó el Decanato del Colegio de Abogados de Lima, como periodista escribió en el "Seminario Erudito, Económico y Comercial" y en "El Investigador" con el seudónimo de "SIRIACO RAZURA", así como en "El Mercurio Peruano". Miembro Perpetuo de la Sociedad Patriótica, donde recibe la "Orden del Sol" de manos del libertador José de San Martín. Ocupó el vicerectorado y rectorado de la Universidad Mayor de San Marcos y Diputado por Lima y la Libertad para ocupar un escaño en el primer Congreso Nacional. Previo a eso es elegido Diputado ante las Cortes de España, pero no viajó a la península porque el Rey Fernando, restablecido en el trono, había abolido el régimen constitucional.

        En su apacible retiro de la catedral, supo Rodríguez de Mendoza de las campañas de libertad que azotaban nuestra patria. Estaba enterado de las campañas victoriosas en el Orinoco a Bocayá y del Plata a Maipú, y como Bolívar, desde el norte y San Martín, desde el sur, cual en gloriosa apuesta de vuelos, aprestábanse sobre tierras peruanas para arrebatar la presa al gavilán peninsular.

         Luego de la Independencia Nacional e instalado en Congreso de la República en setiembre de 1,822, donde Rodríguez de Mendoza es elegido Diputado y es honrado por sus ex alumnos, designándole como Presidente de las Juntas Preparatorias del primer parlamento, ese día, cuando se sienta para presidir las cesiones, se vio rodeado de 35 discípulos que estudiaron en San Carlos, dice Mendíburu. " El señor doctor don Toribio Rodríguez de Mendoza, se deshizo en llanto, por largo rato, al extremo de suspenderse la sesión para atender al afligido eclesiástico. Se le preguntó por qué lloraba, y contestó que lo hacía de gozo y con la mayor ternura, porque se hallaba rodeado de sus hijos, dando instituciones liberales al país por las que venía trabajando desde años atrás, al través de grandes riesgos e inconvenientes. De los 64 diputados que componían el Congreso, 54 eran carolinos. En el congreso ocupo las presidencias de las Comisiones de Constitución, eclesiástica, de libertad de imprenta y de instrucción pública. De allí tendremos que valorar su ideología plasmada en artículos de la I Constitución del Perú.

       Políticamente Rodríguez de Mendoza fue un republicano liberal y de nítidos, doctrinario tenaz, ardoroso, con esa tenacidad y ese ardor que caracteriza a los temperamentos en quienes la dialéctica es una cuasi función orgánica. El hecho que el maestro considerase triunfantes en la Asamblea las teorías que predicara a sus discípulos, no quiere decir que reposara en la consecuencia ideológica de la mayoría de los diputados. Queda en los anales de la historia republicana, el rechazo a la propuesta de San Martín de querer instaurar una república monárquica en el Perú: " La democracia es el único gobierno aceptable en América, porque aquí existe la nivelación del apostolado. ¿Pescadores? ¿Mercaderes?. Cuando más un publicano o un Quirete. Nada de patricios, todos somos los que los aristócratas llaman canalla gentilicia". Si actitud de reproche a todo acto que indigne a la sociedad peruana sin divisiones, comprendiendo que la nobleza se adquiere y no se hereda, en la firma del Acta de la Independencia del Perú, suprimió el apellido Mendoza, de que hacía alarde su familia y que usara él antes de la libertad nacional, para contentarse con el de Rodríguez.

          El Congreso Nacional sufre un receso temporal por una incursión militar de Riva – Agüero y tropas españolas lideradas por Canterac (1823), donde el tribuno chachapoyano es vejado en su dignidad humana, acusándole de enriquecimiento. Su enfermedad se agrava. El 10 de junio de 1825 muere a los 75 años. Se depositaron sus restos en un humilde nicho, años después, desapareció la plancha de metal en que estaba su epitafio; haciéndose de este modo difícil el saber donde se hallaba su cadáver, y si ha sido o no exhumado. Aquí la gran ironía del destino: El prohombre de la libertad nacional, es el único que no descansa eternamente en el Panteón de los Próceres (ubicado en el Parque Universitario).

      Pese a la fama, Rodríguez de Mendoza, murió en la extrema pobreza, al extremo que la sepultura y ceremonias fúnebres fueron sufragados mediante colecta entre sus amigos. "Era alto, flaco, muy trigueño e inclinado de hombros. Rostro feo, pero animado. Su voz plateada y flexible, aunque debilitada por la afección al estómago", son las características físicas que coinciden todos sus biógrafos.

      Son ideas las que gobiernan al mundo y Don Toribio fue un sembrador de ideas. Los que forjaron el Perú pudieron decir públicamente que San Carlos era un "semillero de los principios revolucionarios" y en el Convictorio los aprendieron porque amaron la nueva realidad que desde fines del siglo XIX se venía incubando y ella era la que había hecho posible la creación del Perú como Nación y Estado. Esta nueva realidad, este Perú mestizo es deudor eterno del Doctor Alejandro Toribio Rodríguez de Mendoza Collantes.
! GLORIA ETERNA, AL MAS ILUSTRE DE LOS CHACHAPOYANOS!


Biografía consultada:
EL PRECURSOR de Jorge Guillermo Leguía, 1922
RODRIGUEZ DE MENDOZA de Oscar Noé Zevallos, 1984
RODRIGUEZ DE MENDOZA. HOMBRE DE LUCHA de Fernando Romero, 1973
LECTURAS HISTORICAS COMENTADAS de Ismael Portal, 1918

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