La historia de la Independencia
del Perú, está plagada de sucesos que la hacen más cautivadora para
historiadores y estudiantes del país: Personajes, insurgencias, levantamientos,
acciones heroicas. Entre toda este abanico de oportunidades que se nos presenta,
tendremos que rescatar la figura de Don Alejandro Toribio Rodríguez de Mendoza
Collantes, calificada como una de las personalidades más influyentes del mundo
intelectual y político de la naciente republica peruana.
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Alejandro Toribio, nace en la ciudad de
Chachapoyas el 17 de abril de 1,750, siendo sus padres los nobles criollos Don
Santiago Rodríguez de Mendoza Hernani de Arbildo y Doña María Josefa Collantes
Paniagua. Es el mayor de tres hermanos, siendo los menores Domingo y José
Fabián (calificado como el Gran Protector de Chachapoyas, por las obras que
hizo en esta ciudad).
Ante la carencia de centros de
instrucción, recibe la asistencia de las primeras letras en forma particular en
su domicilio, partiendo a Trujillo a los doce años de edad para ingresar al
Seminario San Carlos y San Marcelo. Este traslado significa un cambio profundo
de medio y de ambiente. Lejos de la familia y a pocos años de haber perdido a
su madre y por otro lado, la convivencia con un mundo nuevo, diferente, más
aún, enclaustrado en un colegio que le permitirá un cambio radical en su
existencia. Su ingreso al Seminario como alumno, tiene que cumplir los
siguientes requisitos:
Doce años de edad
Ser natural del obispado
Nacido en legítimo matrimonio
Se excluyen los hijos de lacayos, pajes de
espuela, carniceros, ladrones, afrendados por la Inquisición y escandalosos,
así como los mestizos y cuarterones.
La capacidad del colegio es para 21
estudiantes, de los cuales 12 eran becados. Rodríguez de Mendoza abonaba ciento
veinticinco pesos anuales, que le permitía contar con alimentos, vestido y
calzado. La fruta y la leche eran regalo para los colegiales y solamente
tomaban la primera en los días de comunión, y arroz con leche los sábados.
El Seminario de San Carlos y San
Marcelo, estaba sometida a la influencia renacentista, donde los estudiantes de
los primeros años se abocaban a la Gramática. La asignatura principal era el
latín formal, la literaria, estudiadamente pulida, de la sociedad culta de la
Roma Imperial. La metodología empleada es utilizar un texto regular, y hacer
uso de un sistema informal de sentido instrumentalista. Además se enseñaba la
dialéctica, que era la lógica formal, que se ocupa de la manera de expresar el
pensamiento. Además la Retórica. A este plan de estudios se agregaba las
lecturas bíblicas y vida de santos, rudimientos de aritmética y de geometría y
los conocimientos musicales que contribuyen a facilitar el canto litúrgico. Cuatro
años de estudios le permitió viajar a Lima, para que mediante beca de paga y
por decreto del Ilustrísimo Arzobispo Don Diego Antonio de Parada, ingresa al
Seminario de Santo Toribio el 29 de Julio de 1766.
Brillante fue el paso de Rodríguez de
Mendoza por los claustros toribianos. Siempre siguió a sus exámenes la nota de
"aprobado por todos los votos". El 22 de octubre de 1769 obtiene la
distinción de "pasante de Artes" y entraba "a beca de su
merced"; y finalmente el 22 de setiembre de 1770, contando con 20 años,
recibía el grado de doctor en Teología en la Real Universidad de San Marcos.
Rodríguez de Mendoza, tenía un espíritu
profundamente estudioso, su ansía de saber no se había limitado a los marcos
estrechos de su especialidad profesional. Quería que sus ojos ávidos se
adurmieran en los vastos horizontes de una cultura integral, y que, dentro de
ésta, se detuvieran con el fervor del naturalista ante un motivo de
investigación, en la prolijidad de las citas y las alusiones. No pertenecía su
mentalidad a la numerosa legión de los que se sometían a la letra del autor
seguido o consultado; de los que acataban ciegamente las afirmaciones del
filósofo o tratadista escolástico, tan solo por que el principio de autoridad
del dogma así lo exigía. Era la suya un alma en que la manía memorista había
cedido ante el sentido crítico, ante el que los ortodoxos católicos llamaban
escandalizados "libre examen", ante la duda metódica que preconizara
Descartes. Polo, un biógrafo de Rodríguez cuenta que "echado en el suelo
sobre una alfombra, rodeado de libros, estudiaba día y noche, verificando todas
las citas de las obras que leía. Dicha actitud intelectual, le produjera más
tarde la seria enfermedad de "fatiga al estómago" que le condujo a la
muerte.
La capacidad y la dedicación de
Rodríguez de Mendoza formarían a su poseedor unos de esos prestigios que nacen
en las aulas como anticipo justo del renombre social. En esa época se padecía
de buena preparación en el cuerpo docente de los centros de enseñanza y, para
colmar este vacío, se acostumbraba designar a los alumnos que se habían
distinguido por sus aptitudes y su aplicación. Es así que a los 21 años siendo
estudiante, fue designado profesor del Real Convictorio de San Carlos, que se
fundó en 1771. El Virrey Amat mediante decreto honorífico, nombra al futuro
precursor chachapoyano como profesor en el real colegio en la cátedra de
Filosofía y Teología."Fui el primer Maestro que el Superior Gobierno
destinó a la enseñanza" habría de recordar 55 años después al rendir su
último informe rectoral al Visitador Regio.
En los claustros de San Carlos se
revelaría en breve como un maestro, en la real extensión del vocablo. Esa era
la suprema aptitud con que había nacido; esa, la impulsión irresistible que le
conduciría durante su existencia a instruir, a educar, desviándole de cualquier
otras rutas que hubiera adoptado. La reputación del joven profesor de Filosofía
y Teología trascendería, asimismo, a los claustros de San Marcos. El cinco de febrero
de 1773, el Doctor Valera, Rector de la Universidad de San Marcos, nombra a
Rodríguez de Mendoza "Regente de la Cátedra del Maestro de las
Sentencias". En breve, el seminarista toribiano extendía el círculo de sus
admiradores, demostrando con su talento y su saber que era muy digno de llevar
el capelo y las borlas de Doctor que recibiera el año 1770.
Con su marcada y diferenciada
inteligencia frente al resto de estudiantes, Rodríguez de Mendoza, se convierte
en una rara avis seminarial. Lo es porque viene de Chachapoyas, una región del
oriente peruano totalmente desconocido por la mayoría de limeños y criollos.
Dentro de una ilimitada concepción del proceso simbiótico entre hombre, medio y
ambiente, sus características sirven para explicar cómo, en un nativo de esta
región, pudo producirse, en el período que queda entre el ocaso de una etapa
histórica y el alborear de otra, un tipo tan genuinamente peruano y de tan
contrastables rasgos sicológicos y de una inteligencia sobresaliente a los de
su generación. Aquí surge la marcada relación de amistad con Vicente Morales
Duárez y Mariano Rivero de Aranibar , con quienes posteriormente realizarían la
gran transformación pedagógica en el Real Convictorio de San Carlos. Es así que
simultáneamente vemos en esta etapa de su vida, dictando cátedra en el
Convictorio, en San Marcos y como asesor del Cabildo y del Consulado limeño.
A la par de sus cualidades de maestro,
Rodríguez de Mendoza toma la determinación de ordenarse de sacerdote, bajo la
guía teológica de Don Baltazar Jaime Martínez de Compañón, quien se convertiría
en Arzobispo de Trujillo y por ende pastor de la grey chachapoyana, que en una
de sus visitas pastorales en 1786 dona parte de fortuna para la creación de la
primera escuela de Artes y Ciencias en la ciudad de Chachapoyas.
Luego de ordenado sacerdote, por
expresa oposición le destinan al curato de Marcabal, centro poblado
perteneciente al actual distrito de Huamachuco en el departamento de La
Libertad, a diez kilómetros de Cajabamba (Cajamarca). Esta posición codiciada
le asegura su subsistencia. Desde el punto de vista religioso satisface el
anhelo que un pastor de almas ha de abrigar en un sentido de vivir cerca de los
seres humanos para ayudarles en su vida diaria, en tal forma que busquen su
perfección en Dios. Es, también, un conveniente comienzo de la carrera
eclesiástica, que permite hacer dinero y que puede conducir hacia las más altas
posiciones de la jerarquía de la Iglesia. Sin embargo, las circunstancias, las
circunstancias que acompañan el desempeño de su curato durante los cuatro años
que lo sirve y que son, precisamente, los del gobierno del virrey Jáuregui; sus
experiencias en la brava sierra de Huamachuco, y la directa aproximación a los
aborígenes que logra gracias a su dominio del quechua , van a dar resultado
totalmente contrario al que el obispo y quizás él mismo podían esperar:
Fortalecerán su vocación magisterial al hacerle comprender, más claramente de
lo que antes ha intuido, cuál es la obra que la educación está llamada a
realizar en el virreynato para salvarlo de su postración económica y social. Su
precaria salud, por otra parte, convierte su permanencia en el curato en un
martirio físico. En dos oportunidades tiene que alejarse de su sede para hacerse
tratar de un "mal de la cabeza y pecho", según los médicos que lo
atienden en Trujillo. Estos consideran que ese "temperamento" es
contrario a su salud y, por lo tanto, la causa de su "miserable
constitución". El obispo le da permiso para curarse en Lima, y cuando el
sacerdote Rodríguez de Mendoza cree haberlo logrado superar su mal, persiste en
volver a Marcabal, pero no pasa de Trujillo. En esa ciudad recibe una orden del
virrey Croix para que regrese a Lima a fin de asumir el vicerrectorado del Real
Convictorio de San Carlos, en reemplazo del Padre José Silva Olave quien es
promovido al Curato de Carhuamayo.
EL MAESTRO
El hombre que se ha formado debe prestar
un servicio a los demás, el intelectual ha de tener un sentido del servicio y
cuando las circunstancias lo colocan en una situación directiva tendrá que
señalar un camino y entregar su saber. Y si tiene vocación de maestro no sólo
debe dar sino darse y esto hizo Toribio Rodríguez de Mendoza, en toda su vida.
Como docente en San Carlos se propone
formar una juventud que pueda dirigir al país de acuerdo a sus necesidades.
Quería que en su Colegio, que era de corte clásico, es decir, en donde se
enseñaba principalmente Filosofía y Latín, lucha para que se enseñen también
las ciencias naturales, como la Geografía, matemática y física, argumentando
que los hombres que asumirían responsabilidades sociales, no sólo debe estar
permitido a los abogados y sacerdotes; sino que todo joven debe ser capaz para
enfrentar los retos del futuro nacional. Quiere Rodríguez de Mendoza una
educación especial para los jóvenes que no siguen la carrera literaria. Desea
una formación que los haga aptos para desempeñar los puestos que el país les
confíe.
Desde el punto de vista académico, en
sus inicios de docente del Convictorio, tiene a su cargo "la enseñanza
interior". Esto significa repasar a los estudiantes las clases que han
recibido en la Universidad y asistir a los "Ejercicios literarios"
nocturnos. A tales obligaciones se agregan las de carácter administrativo que
consisten en vigilar que "escriben" bien las lecciones,
corrigiéndolas y enmendándolas; en "velar que las horas destinadas al
Estudio se apliquen a él, zelando y que no divaguen a otros entretenimientos y
ocupaciones"; acompañar (a razón de un maestro por Facultad y turnándose)
a los alumnos a la Universidad, "cuidando con mayor vigor para que observen
la moderación y decencia que corresponde".
Para la reforma educativa en la etapa
previa a la independencia nacional, cuenta con el apoyo de dos insignes
personajes; por un lado el Padre Cisneros que lo alimentaba con información
bibliográfica "censurada" en su tiempo y el Doctor José Baquijano y
Carrillo, Conde de Vistaflorida, compañero de estudios de Rodríguez de Mendoza
en el Seminario de Santo Toribio. Baquijano y Cisneros serán los que introducen
a Rodríguez de Mendoza en la Academia Filarmónica de Rossi y Rubí; y en las
tertulias del culto español. Aquí conocerá a los miembros que han de constituir
la Sociedad Amantes del País, y los que, al apreciar la personalidad pujante
del Maestro, han de convertirse en sus más entusiastas propagandistas.
En el año de 1786, ante la renuncia del
Arquellada, Rodríguez de Mendoza, es designado Rector del Convictorio, cargo
que es ratificado por el virrey un año después. Con la colaboración de su
vicerrector Rivero y la ayuda de Moreno, el Dr. Rodríguez de Mendoza prepara un
documento cuya trascendencia educativa es tan grande que en el orden político
va a ejercer fuerte influencia en el inmediato futuro del Perú. Estas y otras
medidas, así como el gran desempeño en la cátedra de Leyes y Cánones y la de Prima
de Teología, el 30 de junio de 1801, es designado vice-rector de la Universidad
de San Marcos.
"Lo nuevo no está reñido ni con lo
viejo ni con lo mejor", fue la frase que caracterizó su reforma educativa
en San Carlos. La mixtura de la educación carolina impuesta por Rodríguez de
Mendoza y los elogios que motivaban los estudiantes en sus ponencias traspaso
las fronteras de nuestra patria, que en los cinco primeros años de rectorado,
ya contaba con estudiantes de Ecuador, Bolivia, México y Panamá, ya que según
sus biógrafos indican, que Rodríguez de Mendoza, quiso además de una educación
científica, una educación que forme al hombre y de todo al hombre. Es así que
en sus memorias escritas en el Mercurio Peruano, escribe Rodríguez de Mendoza: "Los
indios por fin son elevados a la dignidad de hombres...los primeros resultados
serán la unidad del idioma y al fin la recíproca amistad nacida de la igualdad
que pone a cubierto de la opresión".
En poco tiempo San Carlos se convierte
en "la primera escuela literaria del Perú" y su rector calificado
como el Bacón de América. Argumentos como " Los manuales son para los
principiantes; pero para el adelantado estos libros son la peste y es imposible
tener en ellos una sólida formación que deben tener los Evangelistas o Doctores
de la Ley", hacen que llegue a oídos del Virrey Pezuela que frente a las
intrigas de la sociedad criolla limeña, argumenta que "En San Carlos,
hasta la piedras son insurgentes".
Esta insurgencia ideológica y
pedagógica de Toribio Rodríguez de Mendoza, se debe a la revolución que hace en
las aulas, cambiando los manuales memoristas por libros "censurados"
que por medio del Padre Cisneros, traía Rodríguez de Mendoza para la enseñanza
y la libertad intelectual de sus estudiantes. Decía el Precursor: " Las
reformas meramente pedagógicas, están fundamentadas psicológicamente, porque no
se exigirá a los escolares el servil trabajo de la memoria al pie de la letra,
sino una lectura detenida, reflexionada, de que darán razón todas las noches a
la hora de las Conferencias". Es decir, un cambio radical a la enseñanza
tradicional que motivaba al alumno reflexionar, comparar y analizar nuestra
realidad. Aquí el gran aporte de Rodríguez de Mendoza, que le convertiría
honoríficamente como "Maestro de Maestros del Perú". En 1,813 viene
las acusaciones de insurgencia y con ello el declive del Real Colegio
Convictorio de San Carlos. Con el pretexto de ser refaccionado el local y de
introducir un nuevo plan de estudios, se clausura aquel centro famoso de
cultura y de transformación ideológica de una generación que en sus mentes y
almas recibieron vientos de libertad del yugo español.
Simultáneamente a este cierre de
ciclo de gloria educativa en el Perú, se inicia una serie de actos rebeldes contra
el Rey de España. Vientos de cambio soplaban por toda la república. Ex alumnos
carolinos en plazas públicas mediante discursos arengaban y pregonaban la
necesidad de libertad, hecho que poco a poco fue calando en la mente de todos
los peruanos.
RODRIGUEZ EL MULTIFACETICO
Una de las cualidades de Rodríguez de
Mendoza, fue su inquietante afán por el estudio y la investigación, que nadie
podía opacar su sabiduría. Como sacerdote a la par de oficiar su labor
sacerdotal en Marcabal, fue cuarto Capellán de la Casa de Pizarro, Presidente
de la Junta subalterna de censura de Lima, Canónigo Lectoral del Cabildo
Metropolitano, por su delicada salud no aceptó la candidatura para ser
designado Arzobispo de Lima " y por no echarse un peso superior a sus
fuerzas". Fue un sacerdote liberal, que se anticipó a su época y que muy
bien se podría afirmar que es el iniciador de la Teoría de la Liberación, que
el Padre Gutiérrez, lo fundamente muy bien en estos tiempos. Como una muestra
de su enraizada fe católica, culminado las discusiones para aprobar los
artículos referidos a religión, argumentó "convengo en todo, y solo no
admito la intolerancia religiosa", dando una lección llena de nobleza, de
comprensión, de respeto a la dignidad humana.
En el campo jurídico, ocupó el
Decanato del Colegio de Abogados de Lima, como periodista escribió en el
"Seminario Erudito, Económico y Comercial" y en "El
Investigador" con el seudónimo de "SIRIACO RAZURA", así como en
"El Mercurio Peruano". Miembro Perpetuo de la Sociedad Patriótica,
donde recibe la "Orden del Sol" de manos del libertador José de San
Martín. Ocupó el vicerectorado y rectorado de la Universidad Mayor de San
Marcos y Diputado por Lima y la Libertad para ocupar un escaño en el primer
Congreso Nacional. Previo a eso es elegido Diputado ante las Cortes de España,
pero no viajó a la península porque el Rey Fernando, restablecido en el trono,
había abolido el régimen constitucional.
En su apacible retiro de la catedral,
supo Rodríguez de Mendoza de las campañas de libertad que azotaban nuestra
patria. Estaba enterado de las campañas victoriosas en el Orinoco a Bocayá y
del Plata a Maipú, y como Bolívar, desde el norte y San Martín, desde el sur,
cual en gloriosa apuesta de vuelos, aprestábanse sobre tierras peruanas para
arrebatar la presa al gavilán peninsular.
Luego de la Independencia Nacional e
instalado en Congreso de la República en setiembre de 1,822, donde Rodríguez de
Mendoza es elegido Diputado y es honrado por sus ex alumnos, designándole como
Presidente de las Juntas Preparatorias del primer parlamento, ese día, cuando
se sienta para presidir las cesiones, se vio rodeado de 35 discípulos que
estudiaron en San Carlos, dice Mendíburu. " El señor doctor don Toribio
Rodríguez de Mendoza, se deshizo en llanto, por largo rato, al extremo de
suspenderse la sesión para atender al afligido eclesiástico. Se le preguntó por
qué lloraba, y contestó que lo hacía de gozo y con la mayor ternura, porque se
hallaba rodeado de sus hijos, dando instituciones liberales al país por las que
venía trabajando desde años atrás, al través de grandes riesgos e
inconvenientes. De los 64 diputados que componían el Congreso, 54 eran
carolinos. En el congreso ocupo las presidencias de las Comisiones de Constitución,
eclesiástica, de libertad de imprenta y de instrucción pública. De allí
tendremos que valorar su ideología plasmada en artículos de la I Constitución
del Perú.
Políticamente Rodríguez de Mendoza fue
un republicano liberal y de nítidos, doctrinario tenaz, ardoroso, con esa
tenacidad y ese ardor que caracteriza a los temperamentos en quienes la
dialéctica es una cuasi función orgánica. El hecho que el maestro considerase
triunfantes en la Asamblea las teorías que predicara a sus discípulos, no quiere
decir que reposara en la consecuencia ideológica de la mayoría de los
diputados. Queda en los anales de la historia republicana, el rechazo a la
propuesta de San Martín de querer instaurar una república monárquica en el
Perú: " La democracia es el único gobierno aceptable en América, porque
aquí existe la nivelación del apostolado. ¿Pescadores? ¿Mercaderes?. Cuando más
un publicano o un Quirete. Nada de patricios, todos somos los que los
aristócratas llaman canalla gentilicia". Si actitud de reproche a todo
acto que indigne a la sociedad peruana sin divisiones, comprendiendo que la
nobleza se adquiere y no se hereda, en la firma del Acta de la Independencia
del Perú, suprimió el apellido Mendoza, de que hacía alarde su familia y que
usara él antes de la libertad nacional, para contentarse con el de Rodríguez.
El Congreso Nacional sufre un receso
temporal por una incursión militar de Riva – Agüero y tropas españolas
lideradas por Canterac (1823), donde el tribuno chachapoyano es vejado en su
dignidad humana, acusándole de enriquecimiento. Su enfermedad se agrava. El 10
de junio de 1825 muere a los 75 años. Se depositaron sus restos en un humilde
nicho, años después, desapareció la plancha de metal en que estaba su epitafio;
haciéndose de este modo difícil el saber donde se hallaba su cadáver, y si ha
sido o no exhumado. Aquí la gran ironía del destino: El prohombre de la
libertad nacional, es el único que no descansa eternamente en el Panteón de los
Próceres (ubicado en el Parque Universitario).
Pese a la fama, Rodríguez de
Mendoza, murió en la extrema pobreza, al extremo que la sepultura y ceremonias
fúnebres fueron sufragados mediante colecta entre sus amigos. "Era alto,
flaco, muy trigueño e inclinado de hombros. Rostro feo, pero animado. Su voz
plateada y flexible, aunque debilitada por la afección al estómago", son
las características físicas que coinciden todos sus biógrafos.
Son ideas las que gobiernan al mundo y
Don Toribio fue un sembrador de ideas. Los que forjaron el Perú pudieron decir
públicamente que San Carlos era un "semillero de los principios
revolucionarios" y en el Convictorio los aprendieron porque amaron la
nueva realidad que desde fines del siglo XIX se venía incubando y ella era la
que había hecho posible la creación del Perú como Nación y Estado. Esta nueva
realidad, este Perú mestizo es deudor eterno del Doctor Alejandro Toribio
Rodríguez de Mendoza Collantes.
! GLORIA ETERNA, AL MAS ILUSTRE
DE LOS CHACHAPOYANOS!
Biografía consultada:
EL PRECURSOR de Jorge Guillermo Leguía, 1922
RODRIGUEZ DE MENDOZA de Oscar Noé Zevallos, 1984
RODRIGUEZ DE MENDOZA. HOMBRE DE LUCHA de Fernando
Romero, 1973
LECTURAS HISTORICAS COMENTADAS de Ismael Portal,
1918
yo quiero saber como fue la historia de Toribio Rodriguez de Mendoza
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