Un día, llega a Chachapoyas, Felipe Santiago Salaverry, en su calidad de preso, se escapa, toma palacio de gobierno y a tan solo cuatro años de creado el departamento de Amazonas, mediante un decreto dictatorial, anula la creación, por ser una tierra “de indios y salvajes”. Entre 1916 y 1932, diversos agentes políticos, azuzan el territorio con enfrentamientos violentos impulsados por caudillos locales. En el Baguazo, a los hijos de Amazonas, lo califican como “ciudadanos de segunda categoría”. A una década de celebrar sus doscientos años de creación, vale hacer una reflexión sobre su futuro.
Para nadie es un secreto que este
departamento que, en 1832, tenía 63 mil Km2 de extensión y hoy, por conflictos
en la delimitación territorial, tiene menos de 40 mil, es un territorio
estratégico para el desarrollo nacional. Es un departamento bisagra que une a
la costa con la selva; por sus valles y campiñas, circulan más del 48% de las
aguas de todo el país, que la hace una potencia hidrológica capaz de producir
cientos de megavatios y alumbrar a gran parte de Sudamérica.
En su extenso territorio, habitan más del 50% de las aves endémicas del país y entre montañas, riscos, el mundo aprecia la invaluable herencia de sus antepasados con restos arqueológicos monumentales como: Kuélap, Carajía, Revash, Gran Vilaya y más de mil recursos turísticos que la hacen mágica, atractiva y visitada de manera permanente.
Sin embargo, en sus ciento
noventa años de creación, su consolidación integral es compleja, así como su
administración territorial al contar con más de 83 distritos y cada uno de
ellos con muchas necesidades, difíciles de hacer realidad por la fuerte
inversión que esta acarrea, peor en momentos complejos que vive el país y su
entorno mundial y la escasez alimentaria prevista para los años que vienen),
contextos que ameritan analizar a las futuras autoridades sub nacionales y locales
para que diseñen una agenda común e integradora a fin de fortalecer la
gobernanza regional en base a enfoques y planeamiento territorial, tal como se
viene haciendo en algunos departamentos del país y en gran parte del mundo.
La planificación del territorio, en la que se priorice las inversiones, hará posible que Amazonas, sea más competitiva y revierta los indicadores económicos, sociales e institucionales que la hacen ver como “el patito feo” de la Amazonia peruana, pese a que sus ingentes recursos, la riqueza cultural y arqueológica que tiene, la convierte en una potencia no vista como oportunidad para los gobernantes regionales.
Más allá de voluntades y
propuestas electorales, urge hacer de Amazonas un lugar donde se pueda
construir una visión de futuro distinta a la acostumbrada. Es necesario implementar
políticas públicas regionales que incorporen a todos los actores, desde
Condorcanqui hasta Mendoza y agendar temas importantes antes que urgentes que
nos den la esperanza que el 2032, año en que celebramos los 200 años de creación,
el país mire con otros ojos a este departamento, que tiene todo y solo falta
decisión política para hacerla más mágica de la que ya es.